Había una vez tres hermanas en el pequeño pueblo de Greifenstein. La hermana mayor, Greta, tenía un solo ojo y estaba muy orgullosa de ello. La hermana del medio, Heidi, tenía dos ojos y sus hermanas siempre se burlaban de ella porque pensaban que tenía un aspecto extraño con un número de ojos tan extraño. Y por último, la hermana menor, Anika, tenía tres ojos y a menudo presumía de tener más que nadie en su familia.
Un día, mientras recogía leña en el bosque cercano a su casa, Heidi se encontró con una misteriosa anciana que le preguntó si podía ayudarla a llevar unas manzanas a su casa de campo. Al principio, Heidi no pensó en nada y siguió a la misteriosa mujer por el bosque hasta que llegaron a una vieja cabaña abandonada y oculta tras unos árboles.
La anciana invitó a Heidi a entrar, donde les ofreció a ambas manzanas recién recogidas de su jardín, así como un pastel de manzana casero que sabía divino. Tras terminar de comer ambos manjares, Heidi dio las gracias a la amable señora antes de volver a su casa, no sin antes ser advertida de que, si alguna vez la maltrataban o se sentía triste, volviera inmediatamente a este lugar, ya que sólo aquí alguien entendería realmente lo que se siente al ser diferente, como ella, con dos ojos y no sólo con uno o tres, como todos los que te rodean.
Heidi volvió a casa con la esperanza de que las cosas hubieran cambiado desde que conoció esta cabaña mágica, pero al volver a su casa se dio cuenta de que, en todo caso, las cosas parecían aún peores, ya que, a pesar de que se esforzaba por no mostrar ningún signo de angustia por sentirse tan diferente en comparación con todos los que la rodeaban, Greta seguía burlándose de la pobre Heidi por tener dos ojos en lugar de uno o tres como todos ellos, mientras que Anika tampoco tenía piedad alguna con su querida hermana mediana, que se reía histéricamente cada vez que le ocurría algo malo, simplemente porque estaba lo suficientemente bendecida genéticamente hablando.
Pero a pesar de todas estas palabras crueles lanzadas a nuestra pobre heroína cada día, algo seguía ardiendo dentro de su joven corazón, lo que le llevó a decidir con valentía tomar medidas para asegurarse de no dejar que los hermanos la derriben nunca más, ya que creía firmemente que la belleza reside en el carácter de la persona y no en su aspecto físico exterior, lo que le permitió brillar a través de la oscuridad que rodeaba a Greifenstein una vez más. Con su nueva fuerza, emprendió un viaje para encontrar el verdadero significado de la vida, al tiempo que mostraba su bondad a los menos afortunados, descubriendo finalmente que el verdadero valor se encuentra a menudo en el interior de uno mismo, en lugar de en la fachada exterior que presentamos hoy en día, asegurándose de no olvidar nunca la importante lección aprendida durante las dificultades sufridas anteriormente.
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