Érase una vez un conejo travieso llamado Pedro. Siempre andaba enredado y nada le gustaba más que explorar el jardín de la casa de su familia. Un día, mientras correteaba por el jardín con sus amigos, Pedro vio una parcela de deliciosas verduras que cultivaban sus padres. A pesar de las advertencias de su madre sobre no tocar las verduras del jardín, Pedro no pudo resistirse a coger una sola zanahoria para él.
Al día siguiente, como todavía tenía bastante hambre después de haber comido esa única zanahoria ayer, Pedro pensó en volver a intentarlo y se coló en el huerto una vez más. Pero esta vez no tuvo tanta suerte, pues al entrar en el huerto se encontró con que estaba lleno de gatos del Sr. McGregor. En un intento de huir rápidamente antes de que lo atrapara el propio Sr. McGregor o uno de sus gatos, Peter corrió lo más rápido que pudo hasta ponerse a salvo, escapando cada vez por poco de la captura.
Esto duró varios días hasta que, finalmente, una tarde, después de estar harto de todos estos roces con el peligro, Peter decidió que lo mejor sería dejar de visitar esta zona peligrosa, al menos hasta que las cosas se calmaran un poco primero… Así que, en lugar de volver a entrar en el huerto del Sr. McGregor como antes, se fue a otras partes de su jardín que eran mucho más seguras y mucho menos arriesgadas de explorar.
Durante muchas semanas, el pequeño Peter disfrutó de todo tipo de divertidas aventuras por los jardines de su casa: trepando a los árboles
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