Había una vez un pequeño reyezuelo marrón que vivía en el bosque. Siempre le habían fascinado los otros pájaros que volaban por ahí y quería ver si podía volar tan alto como ellos. Así que un día, el reyezuelo marrón decidió participar en una competición para ver quién podía volar más alto de todos los pájaros del cielo.
La competición estaba abierta a todos los pájaros, pero el Reyezuelo Marrón sabía que tendría ventaja por su tamaño. También pensó que su pensamiento independiente podría darle una ventaja sobre algunos de los pájaros más grandes.
Reyezuelo Marrón empezó a entrenar duro para la competición, practicando el vuelo más alto cada día hasta que finalmente llegó el momento de competir contra todos los demás pájaros del bosque. En aquel fatídico día en que todos se reunieron en la cima del monte Olimpo para este gran evento, el reyezuelo marrón se sentía seguro de sus posibilidades de ganar el primer puesto.
Sin embargo, a la hora de la verdad, ninguno de ellos esperaba lo que ocurrió a continuación… En cuanto el rey Zeus en persona les dio la señal para que cada pájaro batiera sus alas y emprendiera el vuelo, ¡el chochín pardo se elevó en el aire como un cohete! Todas las miradas le siguieron mientras rebasaba a todos los pájaros y acababa aterrizando sano y salvo en la cima del monte Olimpo, sin que nadie le siguiera de cerca. Todo el mundo aplaudió con fuerza esta increíble hazaña -incluido el mismísimo rey Zeus- y declaró al reyezuelo marrón rey de todas las criaturas voladoras.
A partir de entonces, cada vez que alguien preguntaba qué criatura podía volar más alto entre todos nosotros, todos respondían «Reyezuelo Marrón». Esta historia se ha convertido en un recordatorio intemporal a lo largo de la historia de que nuestro mayor crecimiento se produce cuando somos lo suficientemente valientes como para ser pensadores independientes, sin seguir el camino de nadie más que el nuestro, de modo que podamos alcanzar alturas más allá de lo que creíamos posible.
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