Érase una vez, en un reino lejano, un príncipe valiente y bondadoso. La gente del reino le quería mucho por su valor y su generosidad.
Un día, el príncipe escuchó la noticia de que un malvado dragón estaba aterrorizando a los pueblos cercanos. Sin dudarlo, se dispuso a dar caza a la bestia y devolver la paz a la tierra. Reunió a algunos de sus leales caballeros y se embarcó en su búsqueda.
El viaje fue largo, pero finalmente llegaron a su destino: una oscura cordillera en la que se dice que los dragones habitaban en lo más profundo de sus cuevas. El príncipe no sabía a qué peligros se enfrentaría a medida que se acercaban a su objetivo.
Sin embargo, antes de que pudieran acercarse lo suficiente para buscar señales de la presencia de este dragón, ¡fueron emboscados por un ejército de cerdos salvajes! Esto provocó una gran confusión entre ellos, ¡ya que ninguno había visto antes tales criaturas en estas partes del mundo!
De repente, de detrás de uno de los árboles apareció una figura vestida con harapos y con los ojos llenos de miedo, pero con la determinación escrita en su rostro. Les contó que se había topado con la cabaña de un viejo mago que contenía muchos artefactos mágicos, ¡incluyendo pergaminos que contenían poderosos hechizos contra los dragones! Armada con estas armas y con sus propios conocimientos sobre el comportamiento de los animales, se declaró dispuesta a enfrentarse a ese dragón si era necesario para que todos pudieran volver a casa sanos y salvos sin que nadie ni los animales sufrieran ningún daño.
El príncipe respetó su deseo, pero, atemorizado por lo que pudiera ocurrir, insistió en acompañarla en esta misión, sabiendo perfectamente los riesgos que corrían tanto él como los demás si algo salía mal durante su enfrentamiento con esta bestia ardiente… Pero, afortunadamente, gracias a su valor y a su bondad
Deja una respuesta