Había una vez un joven príncipe en un reino lejano. Era muy exigente y siempre quería lo mejor de todo. Un día decidió que había llegado el momento de buscarse una novia, así que mandó decir que cualquier princesa de otra tierra que deseara casarse con él debía venir a presentarse ante él.
Muy pronto la noticia se extendió por todas las tierras y muchas hermosas princesas se presentaron con la esperanza de ganar su corazón. Pero, desgraciadamente, ¡ninguna de ellas podía cumplir sus requisitos! El príncipe rechazó a todas hasta que finalmente no se presentó ninguna más.
El príncipe suspiró pesadamente mientras estaba tumbado en su trono reflexionando sobre lo que debía hacer a continuación, ¡cuando de repente llamaron a la puerta! Al abrirla, se encontró con una visita insólita: una chica de aspecto corriente, vestida con un mono de trabajo y con manchas de grasa en la cara por haber trabajado como mecánica en el taller de su padre. Se presentó como la princesa Arina y dijo que se había enterado de la situación del príncipe y que pensaba que podría ayudarle si tenía la oportunidad.
El Príncipe se rió burlonamente de esta inusual petición, pero luego vio que en sus ojos brillaba algo especial, algo amable y a la vez de fuerte voluntad, lo que le hizo reconsiderar la posibilidad de darle una oportunidad, después de todo. Así que juntos emprendieron su viaje por el reino, en el que la princesa Arina utilizó sus singulares habilidades para arreglar cualquier problema con el que se toparan en el camino, al tiempo que enseñaba al príncipe quisquilloso algunas valiosas lecciones sobre el amor, la aceptación, la humildad, la amabilidad y la amistad, cosas que habían faltado en su vida durante mucho tiempo.
Finalmente, llegaron a su palacio, donde la princesa Arina le entregó un último regalo: una cáscara de cacahuete rellena de deliciosas nueces saladas, diciendo: «Esta es mi última ofrenda para ti, mi señor»… Y fue entonces cuando se dio cuenta de lo mucho que ella le comprendía a pesar de sus diferencias, y se aseguró de que no pasara desapercibido para los demás presentes, lo que provocó muchos vítores de todos los reunidos a su alrededor, celebrando esta nueva unión entre dos personas que antes se consideraban incompatibles, pero que, de alguna manera, se las arreglaban para hacer vibrar el corazón del otro como nunca antes, simplemente siendo ellos mismos…
Deja una respuesta