Érase una vez una niña llamada Toinette. Era hija única y sus padres la querían mucho, pero a menudo se sentía sola y sin importancia en sus ajetreadas vidas.
Una mágica Nochebuena, mientras Toinette yacía soñando con los regalos que pronto recibiría de Papá Noel, un pequeño duendecillo apareció junto a su cama llevando consigo una botella de poción espumosa. El duendecillo dijo que había sido enviado por Papá Noel para conceder a Toinette un deseo especial para las fiestas: ¡cualquier cosa que deseara! Sin dudarlo, Toinette deseó ser invisible para que nadie pudiera ignorarla nunca más.
A la mañana siguiente, cuando Toinette se despertó, descubrió que, efectivamente, había ocurrido algo extraño; aunque nadie parecía darse cuenta por sí mismo, ¡ninguno era capaz de verla ni de oírla! Sin nada mejor que hacer que explorar la casa mientras todos los demás dormían, Toinette se aventuró en la sala de estar, donde había todo tipo de juguetes esperando la mañana de Navidad. ¡De repente, salieron de la nada cuatro diminutos elfos dirigidos por un viejo mago que les dijo que habían sido elegidos por el propio Papá Noel en esta noche especial para llevar la alegría y la felicidad no sólo a toda esta casa, sino también más allá de sus paredes!
Mientras Toinette observaba a estas increíbles criaturas abrirse paso por el piso distribuyendo regalos entre todos los presentes en cada habitación (¡incluida ella misma!), algo dentro de ella cambió profundamente; de repente se dio cuenta de lo importante que es para todos nosotros asumir la responsabilidad de nuestros actos y apreciar lo que tenemos en lugar de centrarnos en lo que no tenemos o no podemos conseguir. Después de dar las gracias personalmente a cada elfo por haber traído tanta alegría a su casa en esta noche tan especial, Toinete volvió a subir las escaleras sintiéndose más viva que nunca; al fin y al cabo, ¿quién necesita la invisibilidad cuando sabes lo que vales?
Finalmente, justo antes del amanecer del día de Navidad, el último elfo que quedaba agitó su varita sobre la joven Toinetee, revelando de nuevo lo que ya se sabía: que, a pesar de no ser visto, a veces es posible hacer magia si primero crees en ti mismo. Mientras la luz del sol volvía a llenar todos los rincones de su casa de calidez y amor, Toinetee supo sin duda que, por muy difíciles que parezcan las cosas a veces, la familia es siempre lo primero.
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