Había una vez un niño llamado Charlie. Le encantaba la hora del baño y jugar en la bañera, pero tenía un problema: ¡le aterraba caerse en el desagüe!
Cada vez que Charlie se bañaba, sus padres se aseguraban de tapar el desagüe para que nada pudiera bajar por él, ni siquiera las burbujas o los juguetes. Pero por mucho que lo intentaran, Charlie no podía librarse de su miedo.
Una noche, a la hora del baño, ocurrió algo extraño: de repente, el desagüe pareció abrirse de par en par y empezó a succionar todo hacia él. Para sorpresa de todos (¡sobre todo de Charlie!), una vocecita gritó desde el interior del desagüe pidiendo ayuda. Resulta que uno de los coches de juguete de Charlie se había quedado atascado allí abajo a primera hora del día y ahora pedía ayuda.
Charlie sabía que tenía que bajar si quería salvar su querido coche, pero ¿cómo podía enfrentarse a sus miedos? Respirando hondo, Charlie se subió lentamente al fregadero y bajó con cuidado al sumidero. Para sorpresa de todos (¡incluso de Charlie!), bajó sano y salvo sin ningún problema. Armado de valor y determinación -además de algunas herramientas útiles de papá-, Charlie pronto consiguió rescatar su coche de su prisión acuática.
A la mañana siguiente, cuando llegó la hora del baño, para alegría de todos (especialmente de mamá)
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