Había una vez una niña llamada Agradecida. Tenía unos ojos brillantes y una sonrisa aún más brillante. Todas las mañanas, cuando se despertaba, daba las gracias a su papá y a su mamá por todas las cosas maravillosas que hacían por ella.
Un día, los padres de Agradecida la llevaron a un gran parque con muchos árboles que estaban llenos de pájaros que cantaban dulces canciones. Mientras paseaban por el parque, empezó a llover mucho, así que decidieron refugiarse bajo uno de los árboles.
Mientras esperaban a que dejara de llover, Agradecida vio algo que brillaba entre unas piedras del suelo: ¡era una vieja moneda de oro! La recogió y se la mostró orgullosa a sus padres, que dijeron: «¡Qué bonito! Eso sí que es digno de agradecimiento».
Cuando llegaron a casa después de su paseo por el parque, Thankful guardó su moneda de oro especial en un lugar seguro donde sabía que nadie más podría encontrarla, ¡ni siquiera su madre o su padre! Los dos se rieron al ver a su hija corriendo felizmente con ese nuevo tesoro escondido en su lugar secreto.
A partir de entonces, todas las noches, antes de acostarse, Thankful contaba cinco monedas de oro que le recordaban lo afortunada que era por tener unos padres tan maravillosos que le daban amor y cuidados cada día, igual que esas cinco monedas brillantes que lucían en el alféizar de su habitación.
Entonces, un día, cuando volvió a celebrarse el Día de Acción de Gracias, como cualquier otro año, su querida madre preparó un banquete muy especial, digno de reyes.
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