Érase una vez un padre al que le encantaba echarse la siesta. Todos los días, papá se echaba la siesta en el mismo sitio: en el sofá frente a la televisión. Pero por mucho que lo intentara, no conseguía ponerse cómodo y permanecer dormido el tiempo suficiente.
Un día, cuando papá estaba dormitando de nuevo, su hija pequeña entró en la habitación. Tenía un libro de Storyberries en las manos y le preguntó si quería leerlo con ella. Se trataba de animales que hacían diferentes sonidos como «baa», «moo» y «meow».
Papá estaba intrigado por este nuevo libro, así que dijo que sí. Enseguida se dio cuenta de que en cada página aparecía un animal y su sonido escrito fonéticamente con la letra «a» al principio de cada palabra: «Una vaca dice maa… Una oveja dice baa… Un gato dice mee-ahh».
Empezó a leerlo en voz alta mientras señalaba a cada uno de los animales que aparecían en cada página, y finalmente empezó a reconocer algunos de ellos sin tener que mirar primero sus nombres. Su hija también se divirtió con el juego, ¡le encantaba oírle decir todos esos ruidos divertidos!
Muy pronto, papá y su hija se rieron juntos con todo tipo de sonidos tontos de animales, y en poco tiempo papá se quedó profundamente dormido con una sonrisa en la cara, satisfecho de que incluso la siesta puede ser educativa cuando se tienen libros tan maravillosos como éste de Storyberries.
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