Había una vez una pequeña escuela de magia y hechicería escondida en los bosques de Inglaterra. Todos los días, los alumnos acudían a clase ansiosos por conocer sus habilidades mágicas y perfeccionar sus destrezas. Una de esas alumnas era la joven Emily, que soñaba con aprender a volar en escoba desde que tenía uso de razón.
Por fin llegó el día en que el sueño de Emily se haría realidad; su profesor anunció que había llegado el momento de que los alumnos practicaran el vuelo en escoba. En cuanto las palabras salieron de su boca, todos los niños empezaron a vitorear emocionados. Salieron corriendo al patio, donde cada uno cogió su propia escoba de un montón apilado contra la pared.
Emily se subió a su escoba con expectación y le dio un empujón experimental desde el suelo, ¡pero no pasó nada! Volvió a intentarlo, ¡y aún así no pasó nada! Tras un gran esfuerzo, finalmente consiguió elevarse justo por encima del suelo.
A su alrededor, otros alumnos pasaban con facilidad mientras Emily se esforzaba a paso de tortuga, lo que la hacía sentirse avergonzada y frustrada. Sin embargo, de repente empezó a ocurrir algo extraño: de debajo de sus pies salían ruidos extraños, ¡como si hubiera algo vivo! Sin previo aviso, Emily se sintió impulsada hacia arriba en el aire casi más rápido de lo que podía comprender.
Resulta que ese extraño ruido procedía nada menos que de una rata encantada que vivía dentro de la escoba de Emily. Había oído hablar de los sueños de Emily de volar por los cielos y deseaba más que nada en el mundo que ambas pudieran experimentar eso juntas, así que utilizó sus poderes mágicos para darles alas (o más bien ruedas). Juntos volaron disfrutando de cada minuto hasta que llegó el momento de volver a la tierra una vez más…
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