Había una vez un anciano que vivía en una casa de campo. No tenía familia y muy pocos amigos, pero tenía un compañero fiel: su pinza para salchichas. Todos los días, el anciano se llevaba su salchicha a pasear por el pueblo para charlar con todos los que encontraba.
Un día, mientras paseaban, empezó a llover con fuerza, así que decidieron refugiarse bajo un roble hasta que pasara la tormenta. Mientras esperaban bajo las ramas del árbol, ocurrió algo extraordinario… ¡un cuenco gigante de sopa bajó volando desde arriba!
¡El anciano no podía creer lo que veían sus ojos y tampoco su pinche de salchicha! Los dos se miraron asombrados antes de volver a mirar de dónde había salido la sopa. En lo alto de otra rama del roble estaba sentado un enorme gato negro con bigotes que se movían como rayos.
«Hola», dijo el gato con un maullido amistoso, «¿quieres sopa?». El anciano miró vacilante hacia su salchicha, que asintió con entusiasmo, así que aceptó agradecido y ambos se zamparon juntos su deliciosa comida.
Cuando llegó la hora de irse, como por arte de magia, aparecieron dos salchichas a cada lado de su cuenco, lo que les permitió llevarlo fácilmente entre ellos sin derramar nada de su contenido sobre sus ropas o zapatos. Dieron las gracias a su misterioso amigo felino antes de continuar su viaje de vuelta a casa mientras masticaban alegremente su inesperado manjar.
De vuelta a casa, esa misma noche, tras repartirse las porciones entre ellos (¡y dejar un poco de sobra para el desayuno!), los tres disfrutaron de baños calientes seguidos de cuentos leídos en voz alta a la luz de las velas, antes de acurrucarse en la cama, listos para dormir… ¡con las barrigas llenas y los corazones contentos gracias a la Sopa en un palo de salchicha!
Deja una respuesta