Érase una vez, en la ciudad de Hamel, las calles estaban plagadas de ratas. Dondequiera que miraras, había una rata correteando en busca de comida y causando el caos. Los ciudadanos de Hamel lo habían intentado todo para deshacerse de las ratas, pero nada parecía funcionar.
Los tiempos desesperados requerían medidas desesperadas, así que decidieron recurrir a los servicios de un cazador de ratas. No sabían que pronto se convertiría en su héroe.
El cazador de ratas llegó a la ciudad con su fiel gato a su lado y se dispuso a averiguar de dónde procedían esos molestos bichos. Después de mucho buscar, descubrió que la mayoría de ellos procedían de una vieja casa abandonada en las afueras de la ciudad. Sabía que tenía que actuar rápidamente antes de que se produjeran más daños; así que, sin dudarlo, se dirigió hacia la casa con su fiel compañero a su lado.
Cuando llegaron a su destino, no tardó en descubrir por qué ese lugar era un refugio para las ratas: ¡estaba lleno de basura! Sin perder más tiempo, el cazador de ratas se puso manos a la obra utilizando trampas y algunas tácticas inteligentes, como tocar música, que ahuyentó a todos los roedores y los devolvió a sus madrigueras, ¡para alivio de todos!
Los habitantes de Hamel le agradecieron profusamente que les ayudara a librarse de este terrible problema y también le recompensaron generosamente; sin embargo, lo que el cazarratas apreciaba más que nada no era el dinero ni la fama, sino saber que había utilizado la equidad, el pensamiento independiente y la responsabilidad al resolver este problema, algo que se quedaría con él para siempre.
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