Érase una vez, en un reino lejano, una hermosa princesa llamada Rapunzel. Tenía una larga cabellera dorada que le llegaba hasta los pies y brillaba como el sol cuando la iluminaba.
Rapunzel estaba encerrada en una vieja torre por una bruja malvada que quería mantenerla alejada de todos los demás habitantes del mundo. Las ventanas de la torre eran demasiado altas para que nadie pudiera subir, así que Rapunzel estaba sola día tras día, sin más compañía que sus libros y juguetes.
Un día, mientras contemplaba el mundo desde una de las ventanas, vio a un apuesto príncipe que atravesaba el bosque montado en su caballo blanco. Al ver la larga cabellera de Rapunzel que caía por la ventana, se enamoró al instante de ella y decidió rescatarla de su prisión.
El príncipe trepó por la cabellera de Rapunzel hasta que pudo alcanzar la ventana y ayudarse a sí mismo a entrar en ella. Entonces se llevó a Rapunzel lejos de la torre para siempre y cabalgaron juntos de vuelta a su castillo, donde pronto se casaron y vivieron felices para siempre.
A partir de entonces, cada vez que alguien oía hablar de este joven y valiente príncipe que rescataba a su amada princesa de un peligro tan grande contra todo pronóstico -ya fuera cercano o lejano-, su amor les inspiraba de nuevo; ¡demostrando que el verdadero amor puede conquistar cualquier obstáculo por desalentador que sea!
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