Había una vez un gran poeta llamado Basho que vivía en Japón. Escribió maravillosos poemas, conocidos como haiku, que estaban llenos de naturaleza y belleza.
Un día decidió emprender una aventura por la campiña japonesa. Mientras caminaba por los bosques y los campos, subiendo por las colinas y bajando por los valles, observó todo tipo de cosas asombrosas: pájaros que cantaban en los árboles, mariposas que revoloteaban alrededor de su cabeza, libélulas que rozaban los estanques.
Escribió estas increíbles escenas en unos trozos de papel especiales llamados «haikus». Cada haiku tenía sólo tres líneas -dos cortas seguidas de una larga-, ¡pero cada una estaba llena de significado! Contaban historias sobre todo lo que Basho veía a lo largo de su viaje, desde montañas nevadas hasta cerezos silvestres en flor en primavera.
Basho viajó durante muchos kilómetros hasta que finalmente volvió a casa. Cuando la gente escuchaba lo que había escrito, se asombraba de lo hermoso que era. Su poesía incluso inspiró a otros poetas famosos, como Matsuo Buson y Yosa Buson, a escribir también sus propios haikus.
Hoy en día todavía podemos leer algo de la fantástica obra de Basho de vez en cuando, cuando alguien escribe o recita un poema utilizando sólo tres versos como él: cinco sílabas en el primer verso; siete sílabas en el segundo; y luego cinco sílabas de nuevo para el último verso, ¡como si fuera magia!
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