Había una vez un escultor de madera llamado Geppetto que se talló una marioneta de pino. Lo llamó Pinocho y deseó que un día pudiera convertirse en un niño de verdad.
Una noche, el Hada Azul se presentó ante Geppetto y le concedió su deseo: ¡le dio vida a Pinocho! Pero para que se convirtiera en un niño de verdad, tenía que demostrar que era digno, siendo valiente, veraz y amable.
Pinocho emprendió una aventura llena de magia y misterio con Pepito Grillo como conciencia. Su primera parada fue la Isla del Placer, donde a los niños se les permitía todo tipo de actividades divertidas, como comer caramelos y jugar a los videojuegos, pero pronto se dieron cuenta de que no todo era diversión cuando la isla empezó a transformarlos en burros. Por suerte, con la ayuda de Pepito consiguieron escapar justo a tiempo, ¡pero no antes de quedarse atrapados en el vientre de una ballena gigante!
Después de muchas otras aventuras con zorros parlantes y gatos escurridizos, Pinocho llegó a casa sano y salvo, pero esta vez ya no era de madera, sino que se había transformado en un niño de verdad. Geppetto no podía estar más contento; ¡por fin su deseo se había hecho realidad!
El Hada Azul felicitó a Pinocho por haber superado su prueba con éxito. Agitó su varita sobre él una vez más y le concedió un último deseo: que, a partir de ahora, todas las mentiras que dijera cualquier niño se grabaran permanentemente en su nariz, para que los demás pudieran saber siempre si decían o no la verdad. Y así terminó la aventura mágica de nuestro héroe…
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