Los doce días de Halloween
Era la duodécima noche de Halloween y alrededor de la hoguera estaban reunidos los niños. Habían venido a escuchar una historia sobre doce regalos de los zombis en esta espeluznante noche.
«El primer día de Halloween, mi zombi me regaló», empezó un niño mientras se pasaba un libro con dibujos. El grupo parecía desconcertado, pero esperaba con entusiasmo lo que sucedería a continuación. «¡Una máscara de miedo!»
El segundo niño continuó el juego, recitando: «El segundo día de Halloween, mi zombi me regaló dos colmillos de vampiro». Todos jadearon ante este regalo; ¡era ciertamente espeluznante!
El tercer niño añadió: «El tercer día de Halloween, mi zombi me regaló tres figuras fantasmales». Esto sí que hizo que todos se estremecieran y miraran nerviosos a su alrededor.
Y así sucesivamente hasta llegar al número siete: «¡El séptimo día de Halloween, mi zombi me regaló siete sombreros de bruja!». Todo el mundo no pudo evitar reírse de un regalo tan gracioso, ¡aunque les hizo sentir más miedo que nunca!
A estas alturas, todos se sentían muy valientes y seguros de que nada más podría sorprenderles. Pero entonces llegó el número once, mucho más aterrador que todo lo anterior: «En el undécimo día de Halloween, mi zombi me regaló once lobos aullantes». Todos los ojos se abrieron de par en par con miedo; ¡ninguno estaba seguro de poder soportar más sorpresas después de ésta!
Finalmente llegó el número doce, que por suerte no era tan terrorífico como sus predecesores: «En la duodécima noche de Navidad… mi Zombie me regaló doce caramelos de maíz», dijo alegremente otra voz joven entre los jadeos de los reunidos al escuchar tan inesperada noticia. Sin embargo, en cuanto dijo esas palabras, el estado de ánimo de todos cambió drásticamente: ¡de repente ya no quedaba ni un ápice de miedo entre ellos! En su lugar, sólo quedaban sonrisas alegres en sus rostros mientras cada uno aplaudía con una risa alegre que resonaba en el aire nocturno que los rodeaba a todos.
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