Érase una vez, en una lejana aldea africana, tres traviesos Doof-Doofs. A estas pequeñas criaturas les encantaba hacer travesuras y asustar a la gente con sus espeluznantes ruidos nocturnos.
Todas las noches, cuando los habitantes del pueblo se iban a la cama y se apagaban las luces, estos escurridizos Doof-Doofs salían y hacían todo tipo de sonidos extraños. Golpeaban las puertas con sus diminutos puños, hacían sonar las ventanas con sus garras e incluso volaban en círculos chirriando con fuerza.
Los aldeanos estaban aterrorizados por los misteriosos chirridos y golpes que salían de los oscuros rincones de sus casas. Algunos valientes incluso intentaron capturarlos, pero no lo consiguieron. ¡Los Doof-Doofs eran demasiado rápidos para ellos!
Sin embargo, un día un viejo sabio se enteró de este problema y decidió que tenía la solución: invitó a los 3 Doof-Do
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