Había una vez un niño llamado Edward al que le encantaba escribir historias y limericks. Coleccionaba viejos libros de rimas sin sentido y los llenaba con sus propias creaciones. Un día decidió crear un libro completamente nuevo, lleno de sus limericks originales, con ilustraciones que les dieran vida.
La primera página del libro contenía un limerick muy corto:
«Había una anciana de Leeds
Que se tragó un paquete de semillas
Pronto brotaron hojas
Y le causó tanto dolor
Que deseó haber comido sólo queso».
El siguiente poema ilustrado de Edward contaba la historia de una familia que vivía en la luna; cada miembro tenía su propia forma de desplazarse: «Un padre que volaba, una madre que hacía zoom, Un hijo que saltaba tan alto como se podía suponer. La hija montaba a caballo en lo alto, Todos viajaban con mucho amor».
También escribió sobre animales, algunos divertidos y otros bastante extraños: «Una vaca que hablaba tan bien el inglés que provocaba la envidia del resto del ganado, ya que había aprendido a deletrear y citaba a menudo obras de Shakespeare».
En otra página había versos aún más tontos sobre la comida: «Una naranja se comió un día una manzana, pero no por su sabor, ya que las naranjas no se pueden digerir, así que eructó su comida en otoño».
Por último, Edward creó una canción infantil en la que aparecían dos personajes llamados Pat y Sam: «Pat salió un día a pasear Sólo quería algo divertido Su amigo Sam también pasó por allí ¡Y juntos corrieron los dos!»
Estos son sólo algunos ejemplos de este libro tan especial: ¡El libro de limericks sin sentido de Edward! Con cada vuelta de página, los niños podían descubrir más poemas disparatados acompañados de ilustraciones de época que daban vida a estas historias. ¡Seguro que hará las delicias de los lectores jóvenes y mayores!
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