Había una vez dos hermanas que vivían en el mismo pueblo. La hermana mayor se llamaba Liza y era muy sabia y amable. Su hermana menor se llamaba Molly, y siempre estaba llena de energía y entusiasmo.
Un día decidieron ir juntas a la aventura. Prepararon un almuerzo con sándwiches, manzanas, zumos y galletas para el viaje, y se pusieron en marcha.
El primer lugar que visitaron fue un bosque encantado lleno de árboles gigantes que brillaban como joyas cuando el sol los atravesaba. A medida que Liza y Molly se adentraban en el bosque, éste se volvía más oscuro, pero por suerte se hacían compañía mutuamente, ¡así que nada podía asustarlas!
De repente, salió de detrás de uno de los árboles un gran oso pardo. Les lanzó un fuerte rugido que asustó a las dos hermanas, pero antes de que ninguna de ellas pudiera moverse, les dijo: «¡Perdón si os he asustado, pequeñas, pero he venido a poner a prueba vuestro valor!».
El oso les dijo que si querían continuar sus aventuras a salvo, debían responder correctamente a tres preguntas; de lo contrario, no les dejaría pasar por su bosque. Molly se ofreció rápidamente, ya que le parecía emocionante, mientras que Liza miraba nerviosa a su hermana.
En primer lugar, preguntó de qué color es el cielo. Las dos niñas respondieron correctamente «azul». Para la segunda pregunta, preguntó cuántas estrellas hay en el cielo nocturno. De nuevo, ambas contestaron «millones». Por último, llegó la tercera pregunta: ¿qué forma tiene la luna? Esta vez hubo que pensar un poco hasta que las dos hermanas gritaron al unísono «redonda».
Una vez contestadas correctamente las tres preguntas, el oso declaró: «¡Bien hecho, valientes aventureros!», y sonrió ampliamente a las dos niñas antes de despedirse mientras desaparecía de repente en su guarida entre los árboles, tan repentinamente como había aparecido. Ahora eres libre de explorar más que nunca -Liza
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