Había una vez una pequeña hoja que se aferraba a la rama de un viejo roble en un hermoso jardín. La hojita había crecido en este jardín y lo amaba mucho, pero ahora se sentía inquieta. A su alrededor, otras hojas caían de los árboles y se alejaban con la brisa otoñal, y pronto le tocaría a él.
La hojita tenía tanto miedo de dejar su amado hogar y adentrarse en lo desconocido que cada día se aferraba más a su rama. Pero a medida que se acercaba el invierno, el viento se hacía más fuerte y más frío, hasta que un día le arrancó de su lugar seguro con tanta fuerza que pensó que nunca volvería.
Miró a todas las demás hojas que estaban debajo de él mientras caían hacia sus nuevos hogares en el suelo y, de repente, se sintió muy solo. Quería unirse a ellas, pero temía lo que le esperaba… hasta que algo le tocó suavemente el costado. Resultó ser otra pequeña hoja que había sido arrastrada por la misma ráfaga de viento.
Las dos hojas se acurrucaron para calentarse mientras iban a la deriva por un cielo lleno de estrellas, hasta que llegaron a un montón de hojas caídas debajo de ellas, donde por fin pudieron descansar en paz entre sus amigos, ¡tanto viejos como nuevos!
Al principio, estar entre tantos otros hizo que nuestro pequeño héroe se sintiera mejor por haber dejado atrás su hogar, pero luego, poco a poco, con el tiempo, se dio cuenta de cuánto consuelo puede proporcionarnos la naturaleza cuando atravesamos cambios como la muerte o la pérdida, al recordarnos los ciclos de la vida: La vida
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