Había una vez una niña llamada Helena. Vivía con su padre en un gran castillo en las profundidades de los pantanos del norte de Europa. Su padre era conocido como el Rey de los Pantanos y tenía poderes mágicos para controlar a los animales, las plantas e incluso el clima.
Un día, mientras caminaba por las marismas, Helena tropezó con una vieja cabaña abandonada. En su interior encontró un hermoso collar de oro que, según decían, había pertenecido a su madre, desaparecida hacía muchos años.
A la mañana siguiente, cuando Helena se despertó, vio que algo extraño había sucedido durante la noche: ¡todos los animales de la marisma llevaban ahora collares a juego como el suyo! Parecía que seguían sus órdenes utilizando su propio tipo de magia especial.
Helena se dio cuenta rápidamente de que debía ser por su nuevo collar, que le daba poder sobre todos ellos. Podía hacer que hicieran lo que ella quisiera: nadar más rápido o más lento, saltar más alto o más bajo e incluso volar si era necesario. Este nuevo poder conllevaba una responsabilidad, por lo que Helena se prometió a sí misma que sólo lo utilizaría para cosas buenas, como rescatar a cualquier criatura perdida del peligro o ayudar a otras personas siempre que fuera necesario.
Cada día que pasaba, más criaturas de lugares lejanos empezaron a aparecer en el pantano buscando la ayuda de su «Reina del Pantano». Pronto se corrió la voz por toda Europa sobre esta misteriosa joven que podía dominar a todo tipo de animales salvajes con una sola mirada: ¡parecía que todo el mundo quería conocer a esta princesa mágica que vivía en las profundidades de las marismas!
Helena no tardó en aceptar invitaciones para visitar distintos países, donde asombró a todo el mundo con su capacidad para comunicarse con la vida salvaje y llevar la paz allá donde iba. A medida que los días se convertían en meses y luego en años, la fama de Helena crecía sin cesar hasta que, finalmente, las noticias llegaron a su país, donde el Rey de las Marismas comprendió inmediatamente en qué se había convertido su hija: ¡una verdadera princesa de las marismas!
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