Había una vez una rana aventurera llamada Sr. Jeremy Fisher. Siempre buscaba nuevas y emocionantes aventuras que vivir, pero su favorita era la pesca. Todos los días salía con su caña de pescar y su sedal en busca de la presa perfecta.
Un día, mientras lanzaba el sedal al estanque cercano a su casa, sintió un tirón en el otro extremo. ¡Había enganchado algo grande! Con gran emoción, tiró y tiró hasta que finalmente salió… ¡un pez gigante!
El Sr. Jeremy Fisher se sorprendió tanto que casi se cae de espaldas. El pez también pareció sorprenderse al verle; le devolvió la mirada con los ojos muy abiertos antes de alejarse nadando rápidamente.
Después de recomponerse, el Sr. Jeremy Fisher decidió que quizá ya no era buena idea ir a pescar, sobre todo porque ese pez gigante podría habérselo comido fácilmente si hubiera querido.
Pero en lugar de renunciar por completo a su afición para siempre, el Sr. Jeremy Fisher empezó a pensar en formas de protegerse de más sorpresas como ésta, sin dejar de disfrutar de la pesca. Tras pensarlo un poco, se le ocurrió un plan ingenioso: En lugar de lanzar directamente al agua, donde podría aparecer cualquier cosa y arrebatarle el cebo o, lo que es peor, ¡morder más de lo que debía!, el Sr. JeremyFisher empezó a lanzar alrededor de los parterres de los jardines cercanos, donde no había grandes criaturas al acecho de su próxima comida….
Ahora, cada vez que el Sr. Jeremy Fisher sale a pescar solo (¡o a veces con amigos!), tiene especial cuidado de no alejarse nunca demasiado de la seguridad de su jardín, por si acaso le sorprende otra vez.
La moraleja de esta historia es que a veces la aventura puede llevarnos por el mal camino, pero a menudo podemos encontrar soluciones creativas cuando nos enfrentamos a retos inesperados, como ha hecho hoy nuestro querido amigo el Sr. Jeremy Fisher.
Deja una respuesta