Érase una vez, en la sabana africana, una hiena llamada Laffa. Siempre fue conocido por ser el alma de la fiesta: nada le hacía más feliz que ver a sus amigos reír y sonreír.
Pero un día, todo cambió. Laffa se despertó y se dio cuenta de que había perdido su risa. ¡Había desaparecido! ¿Dónde se habrá metido?
Laffa buscó por toda la sabana, pero no pudo encontrarla en ningún sitio. Preguntó a todos sus amigos animales si la habían visto, pero nadie sabía dónde estaba.
A la mañana siguiente, mientras Laffa buscaba de nuevo su risa perdida, oyó que alguien reía cerca, entre los arbustos. Siguió el sonido hasta llegar a un claro con un viejo árbol en el centro. Allí encontró a una amiga mona cosquillosa que dejó de reírse cuando le vio allí de pie con aspecto triste y confuso.
La mona se enteró rápidamente de lo que había pasado con la risa de Laffa y le dijo que creía saber cómo recuperarla. Le dijo que si ambos se cogían de la mano y saltaban juntos tres veces bajo ese árbol tan especial, tal vez -sólo tal vez- su energía combinada sería suficiente para devolver a Laffa su querida risa.
Así que, sin dudarlo, saltaron juntos tres veces cogidos de la mano bajo el viejo árbol mientras cantaban «la risa vuelve ahora aquí abajo» una y otra vez, hasta que de repente… ¡la risa perdida hace tiempo volvió a la barriga de Laffa como por arte de magia!
Se rió tan fuerte que se le salieron las lágrimas de los ojos, algo que no había hecho desde antes de perder la risa días atrás. Su amiguito peludo aplaudió con alegría junto a él, sabiendo que su plan había funcionado perfectamente para encontrar la risa de vuelta a casa. A partir de entonces, cada vez que alguien necesitaba ayuda para encontrar algo perdido u olvidado -ya fueran sonrisas, risas o carcajadas-, todos sabían a quién acudir: La pequeña y valiente hiena llamada «Risa» (antes conocida como «Loffa»), cuyo sabio amigo el mono de las cosquillas les ayudó a volver a casa sanos y salvos.
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