Érase una vez dos jóvenes amantes llamados Jorinda y Jorindel. Estaban profundamente enamorados el uno del otro y solían pasar los días caminando juntos por el bosque, cogidos de la mano.
Un día, mientras caminaban por su ruta habitual, una bruja malvada apareció de la nada y hechizó a la pobre Jorinda. Inmediatamente se transformó en un pajarito que voló hacia el cielo sobre ellos. El pobre Jorindel estaba tan angustiado por la pérdida de su amada que gritó por su regreso hasta que su voz ya no pudo oírse.
A la mañana siguiente, cuando toda esperanza parecía perdida para reunirse con su verdadero amor, Jorindel partió en busca de la bruja que se la había llevado. Buscó por todas partes hasta que la encontró escondida en lo más profundo del bosque, entre unos altos árboles. La bruja le dijo que si quería salvar a su amada Jorinda, debía llevarle una hermosa flor que ella podría utilizar en uno de sus hechizos para devolverle la forma humana.
Jorindel no lo dudó; ¡salió corriendo al bosque en busca de dicha flor sin demora! Tras buscar incansablemente durante todo el día bajo los arbustos y entre las rocas, finalmente la suerte le favoreció: escondida tras unas zarzas estaba exactamente lo que necesitaba: ¡una hermosa rosa roja! Con la nueva determinación que corría por sus venas, armado con este precioso regalo para la vieja bruja malvada, se apresuró a volver hacia donde ella le esperaba.
Cuando por fin llegó a donde ella residía, la vieja bruja aceptó la rosa antes de transformarla en polvo que utilizó dentro de otra poción. Una vez hecho esto, agitó su varita sobre el pobre e indefenso pajarito antes de devolverle su legítima dueña a la vida una vez más -¡JORINDA! Las lágrimas de alegría llenaron los ojos de ambos cuando se abrazaron de nuevo después de haber sido separados tan cruelmente por fuerzas mágicas que escapaban a su control. Esto demostró lo fuerte que puede ser el amor verdadero, incluso cuando se enfrenta a poderes mágicos oscuros.
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