Había una vez tres ratoncitos llamados Ratoncito, Ratoncito y Ratoncito. Vivían juntos en la misma casa, pero siempre buscaban algo divertido que hacer.
Un día oyeron hablar de la feria que iba a llegar a la ciudad y decidieron que sería lo perfecto para hacer un sábado por la tarde. Así que salieron temprano por la mañana con los bolsillos llenos de monedas y el corazón lleno de ilusión.
Cuando llegaron a la feria, vieron todo tipo de cosas excitantes: atracciones, juegos y golosinas en abundancia. Los ratoncitos no daban crédito a sus ojos mientras corrían probando cada una de ellas. Desde los coches de choque hasta las manzanas de caramelo, ¡había mucha diversión!
Mientras exploraba todo lo que ofrecía la feria, Ratoncito se fijó en un anciano sentado en un banco cercano. Le saludó y le preguntó si podía unirse a ellos para tomar unos cucuruchos de helado. Los ratoncitos se miraron nerviosos hasta que Ratoncito dijo finalmente que sí, ¡después de todo no estaría de más por esta vez!
El anciano se mostró bastante amable, así que pronto los cuatro estaban disfrutando de unos deliciosos conos de helado mientras charlaban como viejos amigos. Sin embargo, como parte de su conversación, también se aseguró de que tanto Ratoncito como Ratoncita comprendieran lo importante que es tener cuidado cuando se habla con extraños o se va a cualquier sitio solo.
Después de despedirse (¡y de darle las gracias por tan valiosos consejos!), los tres ratoncitos continuaron su aventura por la feria; jugando, viendo a los payasos hacer trucos en la carpa del circo y subiendo a emocionantes atracciones una tras otra, hasta que finalmente llegó la noche, señalando la hora de volver a casa de la mano, sintiéndose felices al saber que, aunque a veces es importante tener cuidado, ¡también está bien divertirse!
Deja una respuesta