Érase una vez, en el corazón de la selva australiana, un adorable koala llamado Koah. Acababa de celebrar su primer cumpleaños y estaba muy emocionado por cumplir un año.
Koah vivía con su familia en un pequeño y acogedor eucalipto cerca de la orilla de un río. Todas las mañanas se despertaba temprano, estiraba sus pequeños brazos y piernas y bajaba de su casa para explorar el mundo que le rodeaba. Ese día en concreto decidió ir de aventura por la orilla del río.
Mientras Koah deambulaba por la orilla del río, se fijó en los pájaros que piaban alegremente en los árboles cercanos y en los canguros que saltaban por los campos de hierba. De repente, oyó algo más: ¡música! Sonaba como un canto que provenía de lo más profundo de los bosques que bordeaban las orillas del río, ¿qué podría ser?
Curioso, Koah se adentró en el bosque hasta llegar a un claro lleno de animales reunidos: ¡todos le estaban cantando el cumpleaños feliz! Había monos que se columpiaban de las ramas en lo alto, mientras que los ualabíes saltaban por debajo; incluso las serpientes salían de debajo de las rocas y le sonreían mientras cantaban (¡era un espectáculo increíble!).
De repente, Koah se sintió parte de algo más grande que él mismo: parecía que todas esas criaturas le deseaban lo mejor por haber alcanzado un hito tan importante en la vida: ¡cumplir un año! Con risas alegres que resonaban en el aire llenas de amor y amistad, todos compartieron historias sobre lo divertido que es cumplir un año hasta que, finalmente, el crepúsculo empezó a señalar que era hora de que todos volvieran a casa.
Tras despedirse con cariño, Koah dio las gracias a todos los animales por celebrar su día especial antes de volver a casa, donde sus queridos padres esperaban ansiosos con abrazos el regreso de su amado hijo tras un día tan memorable en el que ha hecho nuevos amigos y ha descubierto lo emocionante que puede ser la vida cuando se cumple un año.
Deja una respuesta