Érase una vez una niña llamada Janet. Janet siempre fue curiosa y le encantaba explorar el mundo que la rodeaba. Tenía un espíritu aventurero y no le daba miedo lo desconocido.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, se topó con una hermosa hada llamada Tamlane que había sido maldecida por una bruja malvada. La bruja le había transformado en una rana y ahora no podía volver a su forma humana.
Janet se compadeció de la pobre criatura y prometió que le ayudaría en todo lo que pudiera. Pero primero debía confiar en Tamlane si querían romper el hechizo que le habían lanzado. A pesar de tener miedo de esta nueva criatura, Janet dio un salto de fe y decidió confiar plenamente en él.
Los dos emprendieron su viaje juntos como mejores amigos desde el primer momento. Encontraron muchos obstáculos en su camino, pero con valor y pensamiento independiente consiguieron superarlos todos sin problemas. ¡Con cada reto que superaban, el amor de Janet por Tamlane se hacía más fuerte hasta que finalmente se hizo lo suficientemente fuerte como para provocar su transformación de nuevo en un humano!
Por fin, Tamlane se presentó ante ella tan alto como siempre, con las alas desplegadas como mariposas en vuelo; ¡listo para volver a volar por los campos llenos de flores silvestres, como en los viejos tiempos, antes de ser maldecido por la malvada bruja! Todo el mundo se alegró de este final feliz para nuestros valientes héroes, gracias sobre todo a la voluntad de Janet de confiar en alguien especial como el otro, a pesar de lo que otros pudieran haber dicho o hecho de forma diferente en situaciones similares a lo largo de la historia desde entonces…
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