Érase una vez una familia de ideas. Eran muy creativos y les encantaba explorar el mundo que les rodeaba.
La familia vivía en una gran casa construida con imaginación y creatividad. Todos los días se lanzaban a las aventuras del cerebro izquierdo, que consistían en resolver puzzles, jugar a juegos de memoria y explorar conceptos matemáticos.
Pero un día, las aventuras del cerebro derecho tomaron el relevo y decidieron explorar sus sentimientos y emociones. La familia de la idea salió al mundo junta, haciendo excursiones a la playa o a la montaña, mientras hablaban de lo que sentían por lo que veían o experimentaban.
Una noche de verano, después de una caminata especialmente larga por el bosque a la luz de la luna, la familia de la idea se reunió en torno a una hoguera donde cada uno de ellos compartió historias llenas de emociones y sentimientos que habían surgido durante su viaje juntos ese día. Mientras escuchaban atentamente los relatos de alegrías y penas de los demás, se dieron cuenta de que la vida podía tener mucho más sentido cuando te permitías sentir profundamente que cuando simplemente tomabas decisiones basándote únicamente en los hechos, ¡sin admitir ideas!
Fue entonces cuando esta familia de ideas se dio cuenta de lo poderoso que puede ser cuando combinamos la lógica de nuestro cerebro izquierdo con las emociones de nuestro cerebro derecho, lo que nos permite crear algo realmente especial: bellas obras de arte, música original, empresas innovadoras e incluso libros ilustrados llenos de amor y aventura.
Al darse cuenta de este momento, todos se sonrieron con conocimiento de causa antes de volver a casa, listos ahora más que nunca para cualquier nuevo reto que les esperara mañana en otra emocionante izquierda.
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