Había una vez un emperador que quería tener el mejor aspecto de todos. Oyó hablar de dos sastres de tierras lejanas que podían hacerle los vestidos más hermosos.
El Emperador les mandó llamar y les dijo que quería que le hicieran ropa nueva especialmente para él. Los dos sastres dijeron que tenían mucho talento y que podrían hacer algo especial, pero que no debía ser visto por nadie hasta que estuviera terminado. El Emperador aceptó y los sastres se pusieron a trabajar en la confección de su nuevo traje.
Cuando llegó el día de la gran revelación del sastre, ¡todos se reunieron emocionados! Pero cuando no vieron nada en su gobernante, muchos empezaron a reírse porque pensaban que tenía un aspecto ridículo sin nada puesto.
Pero entonces un niño gritó: «¿Dónde está tu ropa nueva?». ¡Y, de repente, las cosas cambiaron -aunque nadie más pudiera ver nada-, porque todos actuaron como si lo que llevaba el emperador fuera hermoso!
El emperador sonrió con orgullo, como si supiera algo que nosotros no sabíamos.
¡Se pavoneó en lo que parecía el aire vistiendo túnicas de honor invisibles proclamándose como el Rey del Estilo! Todo el mundo aplaudió con admiración este ingenioso truco realizado por aquellos astutos sastres de tierras lejanas; imagínate… ¡el poder de creer que puedes hacer cualquier cosa que te propongas!
Desde entonces, la gente llamó a este cuento «El traje nuevo del emperador» y los niños de todo el mundo celebraron su propio y único sentido del estilo, sin dejar de respetar las diferencias de los demás, ya fueran reales o imaginarias…
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