Los calzoncillos del lunes
Había una vez un niño llamado Ted. Estaba creciendo muy rápido y acababa de cumplir cuatro años. Su mamá y su papá estaban muy orgullosos de él y querían demostrárselo comprándole unos calzoncillos de niño grande.
Así que el lunes por la mañana, Ted abrió su cajón y encontró dentro unos bonitos calzoncillos nuevos de lunares azules. Se los puso con ilusión y bajó corriendo a desayunar. Durante todo el día no dejó de pensar en lo mayor que se sentía con sus nuevos calzoncillos.
Por la noche, cuando llegó la hora de acostarse, su mamá le dijo: «No te olvides de quitarte los calzoncillos antes de meterte en la cama». Así que Ted hizo lo que le pidió, se quitó los calzoncillos y los dejó orgullosamente en el cesto de la ropa sucia, listos para lavarlos al día siguiente.
Pero algo falló cuando llegó el martes: cuando mamá miró en el cesto de la ropa sucia, ¡sólo encontró los calzoncillos de Ted para niños pequeños! ¿Dónde estaban los calzoncillos de niño grande? Buscó por todas partes, pero parecían haber desaparecido.
Mamá gritó: «Ted, ¿dónde están tus calzoncillos de niño mayor? Y de repente se oyó una risita procedente del piso de arriba…
Efectivamente, allí estaba Ted delante de ella, ¡sólo con sus nuevos y queridos calzoncillos de lunares! Resulta que, después de quitárselos la noche anterior, decidió que le gustaban demasiado como para desprenderse de ellos, así que volvió a subir a hurtadillas mientras todos dormían, se vistió de nuevo con sus calzoncillos favoritos y volvió a bajar las escaleras como si nada hubiera pasado. Todo el mundo se rió de esta travesura, aunque a mamá le supusiera un trabajo extra al hacer dos coladas esa semana en lugar de una…
A partir de entonces, todos los martes fueron conocidos como el «Día de los Pantalones» en su casa, porque no importaba qué tipo de pantalones (o calzoncillos) llevara Ted durante ese día, siempre se aseguraba de dejar esos calzoncillos especiales de lunares a buen recaudo hasta que llegara de nuevo el lunes…
Deja una respuesta