Érase una vez, en un sereno prado rodeado de altos árboles y exuberante hierba, vivía un pequeño cervatillo. Siempre corría con alegría y entusiasmo.
Un día, el cervatillo decidió explorar esta nueva zona en la que nunca había estado. Mientras saltaba de roca en roca, tropezó con una de ellas y cayó con fuerza al suelo. El pobre sintió tanto dolor que las lágrimas empezaron a correr por su cara.
La madre del cervatillo vio lo ocurrido y corrió rápidamente hacia él. Preocupada por el bienestar de su hijo, le preguntó si estaba bien mientras lo consolaba. Pero nada parecía funcionar: ¡el cervatillo seguía llorando incontroladamente!
En ese momento, se le ocurrió una idea a la madre: «¡Sonríe, por favor!» Pronunció estas dos palabras con tanto entusiasmo que hizo que su hijo dejara de llorar durante uno o dos segundos. Luego le pidió a su hijo que sonriera aún más cada vez que algo le doliera o le asustara, ¡como hace ella cuando las cosas no salen como las había planeado!
El pequeño cervatillo se quedó pensando en la sugerencia de su madre durante unos instantes hasta que finalmente la probó… ¿Y adivina qué? ¡Funcionó! ¡Simplemente sonriendo durante los malos momentos, pudo transformar los sentimientos negativos en positivos en un abrir y cerrar de ojos! A partir de ese momento, cada vez que algo no salía como esperaba o cuando se sentía asustado o herido, el pequeño fauno respiraba profundamente seguido de grandes sonrisas que ayudaban a que todo volviera a mejorar en un abrir y cerrar de ojos.
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