Había una vez una viejecita que vivía en una casita. Le encantaba hornear y un día decidió hacer un delicioso pan de jengibre. Mientras mezclaba los ingredientes, añadió una magia especial que hizo que su pan de jengibre cobrara vida.
El hombre de jengibre salió del horno y dijo: «¡Corre, corre todo lo que puedas! No puedes atraparme, soy el Hombre de Jengibre». La ancianita trató de detenerlo, pero él salió corriendo con un salto.
Saltó a través de los campos de hierba alta, cantando su famosa canción, hasta que se encontró con un zorro grande y gordo que quería comérselo. El zorro le preguntó si podía ayudar a llevar al Hombre de Jengibre por el río, pero en lugar de decir que sí, nuestro héroe supo lo que tenía que hacer… Empezó a huir del zorro tan rápido como pudo.
El zorro le gritó: «¡Espérame, Hombre de Jengibre, o te atraparé cuando pueda!». Pero por mucho que se esforzara, por mucho que fuera más rápido que antes, nada impediría a nuestro valiente hombrecito llegar a salvo a la orilla.
En ese momento aparecieron dos simpáticos animales de granja, una vieja vaca y un caballo marrones llamados Bessie, que les ofrecieron su ayuda para que todos juntos pudieran cruzar el río a salvo. Así que Bessie se puso en marcha llevándolos a todos mientras cantaba «Nos iremos antes de que llegue el señor Zorro». Y, efectivamente, ¡llegaron a salvo justo a tiempo!
Siguieron avanzando saltando a través de bosques llenos de árboles hasta que por fin llegaron cerca de otra aldea, muy lejos de casa, donde muchos niños jugaban al aire libre en sus jardines llenos de flores brillantes. Todos esos niños habían venido en busca de algo dulce; no era otro que… ¡¡¡el HOMBRE DE JENGIBRE!!!
Todo el mundo se alegró cuando, de repente, a la vuelta de la esquina apareció nuestro héroe en persona: ¡recién horneado y listo para las golosinas! Saltó a todos los jardines dando a todos mordiscos de su delicioso cuerpo hasta que finalmente sólo quedó un trozo: ¡¡su cabeza! Todo el mundo se rió tanto que hasta el Sr. Zorro no pudo evitar unirse a la fiesta… ¡¡y por eso aún recordamos hoy el increíble viaje del Hombre de Jengibre!
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