Érase una vez, en una antigua aldea china, una anciana. Era pobre y estaba sola, sin nadie que la cuidara. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, se topó con una extraña visión: ¡un escarabajo dorado!
La anciana no podía creer lo que veían sus ojos. El escarabajo brillaba con fuerza y parecía llamarla. Cuando alargó la mano y lo tocó, el escarabajo se alejó de su mano en el aire y desapareció.
A la mañana siguiente, cuando la anciana se despertó, descubrió que todos sus problemas se habían borrado: ¡la comida apareció en la mesa aparentemente de la nada! Estaba asombrada por este milagro; seguramente esto tenía algo que ver con aquel misterioso escarabajo dorado.
Pero entonces las cosas dieron un giro inesperado… Cada día empezaron a aparecer más gatos en el pueblo, ¡hasta que pronto hubo más gatos que perros! Y si alguien intentaba acariciar o alimentar a alguno de estos gatos, éste le siseaba con furia. No pasó mucho tiempo antes de que empezaran a correr rumores por todo el pueblo sobre cómo estos nuevos gatos debían haber sido enviados por alguna fuerza poderosa como castigo por la avaricia o la injusticia de alguien.
La anciana sabía lo que había ocurrido: ¡era por culpa de ese escarabajo mágico de oro! Al darse cuenta del poder que podía tener una criatura así, tanto bueno como malo, la anciana pensó que lo mejor sería que todos aprendieran a llevarse bien en lugar de pelearse por cuestiones tontas como quién era el dueño de cada animal -perro o gato- para que la paz permaneciera en su pequeño pueblo para siempre…
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