Érase una vez un elefante llamado Elefante Rayado. Era un elefante muy simpático y curioso al que le encantaba explorar el mundo que le rodeaba.
El elefante Stripy tenía muchos amigos en su manada, pero ninguno de ellos sabía hacer una cosa: ¡leer! Todas las noches, a la hora de acostarse, Stripy se reunía con sus amigos y escuchaba las historias que le contaban sus padres u otros elefantes mayores. Pero por muy cautivadora que fuera la historia, nunca oían el final porque en cuanto oscurecía fuera todos se quedaban dormidos.
Así que Stripy decidió que intentaría algo diferente. Preguntó si podía aprender a leer para poder terminar los cuentos él solo. Todos se rieron al principio, pero luego se dieron cuenta de que podía ser una buena idea y aceptaron ayudarle.
Organizaron sesiones de tutoría para él todos los días después de la escuela con algunos de los mayores de su grupo que ya sabían leer. Al principio fue difícil para Stripy porque leer no era algo que hubiera hecho antes y le costó bastante tiempo acostumbrarse. Pero gracias a su persistencia y dedicación, acabó mejorando en la lectura de palabras y frases más complejas. Sus amigos estaban asombrados.
Cada noche, cuando todos se reunían, Stripy era capaz de terminar cualquier historia que hubiera quedado inconclusa anteriormente. Con cada nueva palabra que aprendía, su confianza en sí mismo también aumentaba. Y aunque la mayoría de las noches se quedaba dormido a mitad de la historia por falta de energía, ahora todos sabían que esas historias ya no quedarían sin terminar gracias a la determinación de Stripy.
La moraleja de esta historia es sencilla: Esforzarte por alcanzar tus objetivos puede llevarte por caminos que quizá no esperabas -como aprender a leer-, ¡pero estos caminos a menudo merecen ser explorados! La persistencia da sus frutos, como le ocurrió a nuestro pequeño amigo, el elefante Stripy.
Deja una respuesta