Había una vez un niño llamado Jack que vivía en una vieja casa victoriana. Había recibido muchos juguetes como regalo a lo largo de los años, pero sentía que le faltaba algo. Un día, su abuela le hizo un regalo especial: ¡un conejo de terciopelo!
A Jack se le iluminaron los ojos cuando vio el suave conejito hecho de terciopelo y algodón. Los grandes ojos negros del conejo parecían mirar en lo más profundo de su alma y Jack supo que ése era el juguete que había estado deseando todo el tiempo.
En cuanto Jack llegó a casa, sacó al conejo de terciopelo a tomar el aire en el jardín. Mientras exploraban juntos, casi parecía que eran verdaderos amigos en lugar de simples juguetes. Todas las noches, antes de acostarse, Jack se pasaba el tiempo hablando con su peludo amigo de todo lo que había bajo el sol.
Un día, mientras jugaban juntos en su lugar favorito, cerca de un viejo roble, Jack se dio cuenta de que una de sus raíces tenía una forma extraña… casi como si pudiera abrirse si se empujaba bien… ¡De repente, se oyó un fuerte ruido seguido de una luz brillante que salía del interior de la raíz! Asombrados por lo que descubrieron -todo un mundo mágico lleno de criaturas asombrosas-, ¡en cuestión de segundos tanto los niños como el peluche desaparecieron en este nuevo reino sin dudarlo!
Jack no tardó en hacer nuevos amigos mientras exploraba todos los rincones de esta tierra encantada: ¡los animales hablaban palabras y las plantas cantaban canciones como nunca antes se había oído en la Tierra! Pero a lo largo de estas aventuras, una cosa permaneció inalterada: por mucho que Jack se divirtiera o por muchas cosas interesantes que aprendiera, cada noche, antes de acostarse, sus pensamientos seguían pensando en lo que significa ser verdaderamente «real»… Al final, tras muchos meses emocionantes viajando por diferentes reinos llenos de maravillas más allá de la imaginación, ambos chicos volvieron a casa sin más que recuerdos…
Sin embargo, a pesar de haber perdido la mayor parte de las pruebas tangibles de su viaje, en el fondo todos los implicados sabían que algo muy importante había ocurrido durante esos días: Algo tan poderoso que ni siquiera la magia podría explicar del todo: que el amor no necesita una forma física o una posesión material para existir para siempre; porque una vez que se ha conectado con la suficiente profundidad, la empatía se abrirá camino a través de cualquier barrera entre dos almas…
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