Érase una vez un gran cerdo rosa llamado Pinky. Era muy simpático y le encantaba divertirse con sus amigos, pero era el único cerdo del pueblo, así que le resultaba difícil encontrar a alguien con quien jugar.
Un día, mientras caminaba por el bosque en busca de nuevos amigos, tropezó con un viejo zoo abandonado. Mientras deambulaba por las jaulas vacías y los edificios decadentes, de repente de uno de ellos surgió un gorila gigante. Los dos animales se sorprendieron mutuamente, pero pronto empezaron a hablar y se hicieron grandes amigos.
La gorila se llamaba Vainilla y le contó a Pinky que antes era la atracción estrella de este zoo hasta que un día todo el mundo dejó de venir y ahora no tenía a nadie con quien hablar o jugar. Le preguntó si Pinky quería quedarse con ella para que ambas volvieran a tener compañía.
Pinky aceptó con entusiasmo y pronto pasaron los días jugando juntas como lo hacen los mejores amigos: corriendo en círculos alrededor de las jaulas, explorando cada rincón
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