Había una vez una joven llamada Sarah que vivía con su madre en la ciudad. Un día, Sara y su madre decidieron ir al mercado a hacer unas compras.
Cuando llegaron al mercado, ¡estaba muy concurrido! Había puestos llenos de frutas y verduras de colores, gente que vendía artículos hechos a mano, como joyas y cerámica, e incluso música en directo que sonaba en una esquina de la zona.
Los ojos de Sarah se abrieron de par en par al ver toda la emoción que la rodeaba. Quería explorar cada rincón del lugar. Su madre sonrió al ver el entusiasmo de Sarah. Le dijo a Sarah que podían echar un vistazo, pero que primero tenían que hacer sus compras rápidamente, porque también tenían muchas otras cosas planeadas para hoy.
Juntas recorrieron cada puesto recogiendo lo que había en su lista -manzanas y naranjas por aquí, tomates y patatas por allá- hasta que su cesta estuvo llena. Entonces llegó el momento de explorar. Se detuvieron en un puesto de juguetes de madera, donde Sarah eligió una figura de elefante que se adaptaba perfectamente a sus pequeñas manos.
Su madre las llevó a ver un espectáculo de tambores africanos que acababa de empezar. Los tambores sonaban con fuerza mientras los bailarines se movían con gracia por el escenario contando historias sin decir ni una palabra: ¡parecía magia! Cuando terminó, todos aplaudieron con entusiasmo antes de continuar con su día en los mercados…
Finalmente, cuando llegó la hora de marcharse después de haber estado allí casi toda la mañana, tanto Sara
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