Había una vez un lindo cachorro llamado Woof. Vivía con su familia en una acogedora casita junto al parque. Un día, la familia de Woof decidió llevarlo a dar un paseo por el parque.
Cuando llegaron allí, Woof vio a muchos otros cachorros corriendo y jugando juntos. Él también quería unirse a ellos. Pero entonces notó algo extraño: uno de los cachorros estaba quieto y no se movía en absoluto. ¡Era un cachorro bebé!
Woof no podía creerlo: ¿por qué no se unía el cachorro bebé? Así que se acercó trotando y empezó a olfatearla con curiosidad. El cachorro parecía asustado y se apartó de él. No quería jugar ni moverse ni un centímetro. La pobrecita debía de estar muy asustada…
Woof sintió tanta pena por la cachorrita que decidió quedarse con ella hasta que se sintiera mejor. Se quedó cerca de ella y le lamió suavemente la cara cuando parecía triste o nerviosa, hasta que poco a poco empezó a sentirse más relajada y cómoda a su lado. A medida que su amistad se fortalecía, Woof enseñó al cachorro a jugar como los demás cachorros: ¡ladrando con entusiasmo mientras corrían persiguiéndose la cola!
Finalmente, después de un duro trabajo por parte de ambos amigos (¡y algunas golosinas!), el cachorro bebé superó su miedo a la gente nueva lo suficiente como para poder empezar a jugar de nuevo con los demás, ¡incluido el propio Woof! Se convirtieron en los mejores amigos, siempre llenos de energía, afrontando juntos y con valentía cualquier reto que les planteara la vida, ¡sin importar lo que fuera!
La moraleja de esta historia es: nunca renuncies a tus sueños; si eres lo suficientemente valiente como para intentar cosas nuevas incluso cuando te sientes asustado o ansioso, todo es posible, incluso hacer amistades para toda la vida en el camino 🙂
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