Érase una vez una tortuga llamada Tortuga. Tenía un hogar acogedor en el bosque, pero un día se dio cuenta de repente de que había desaparecido. Tampoco se veía a toda su familia y amigos. La pobre Tortuga estaba sola, perdida sin su querido hogar.
Vagó por el bosque en busca de alguna señal de su casa, pero sin suerte. Justo cuando estaba a punto de perder la esperanza, vio a un elefante caminando cerca. Le llamó desesperadamente preguntándole si había visto algo parecido a su casa.
El elefante se detuvo y le miró atentamente antes de decir que tal vez supiera dónde se encontraba, pero sólo si Tortuga accedía a ayudarla en su viaje primero. Necesitaba a alguien que pudiera llevar provisiones para su largo viaje por la sabana, así que le preguntó a Tortuga si también se uniría a su búsqueda de respuestas sobre su propia casa.
Tortuga se lo pensó detenidamente antes de decidir finalmente: «¡Sí!». Sabía que no sería fácil llevar cargas pesadas durante todo el viaje juntos, pero también sabía que encontrar su casa era ahora más importante que nunca, así que, aunque se cansaran por el camino, se limitaría a tomar descansos cuando fuera necesario y seguiría adelante hasta encontrar lo que buscaban.
Así que se adentraron en lo desconocido con el nuevo amigo de Tortuga ayudándole a buscar por todas partes con la esperanza de encontrar alguna pista que les llevara de nuevo a su dulce hogar… Y, efectivamente, tras semanas de búsqueda, acabaron tropezando con un pequeño claro lleno de imágenes y sonidos familiares, lo que sólo significaba una cosa: ¡lo habían encontrado!
Una gran sonrisa apareció al instante en los rostros de ambos mientras corrían el uno hacia el otro emocionados al saber que su misión había tenido éxito; no sólo Elefante encontró lo que había estado buscando durante este viaje, sino que Tortuga también se reunió con todos sus allegados una vez más, gracias a esta increíble aventura juntos.
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