Había una vez, en una tierra lejana, dos hermosos jardines. Uno era el Jardín del Día y el otro el Jardín de la Noche. En estos jardines vivían toda clase de animales: conejos, pájaros, ardillas y otros.
Cada día, al amanecer, el sol despertaba a todas las criaturas del Jardín del Día. Comenzaban sus actividades diarias, como la recolección de alimentos o los juegos, hasta la puesta de sol, cuando se volvían a dormir.
Al anochecer, era el momento de que las criaturas del Jardín de la Noche salieran a explorar su jardín mientras cantaban nanas bajo un cielo estrellado. La canción de cuna más hermosa procedía de un búho encaramado a la rama de un árbol que cantaba con su dulce voz: «Callaos, pequeños; es hora de dormir»
Los demás animales se unieron al canto mientras se dedicaban a sus tareas: recoger comida, perseguirse unos a otros o simplemente descansar después de un día agitado. Mientras cantaban alegremente, todos se sentían seguros sabiendo que pronto llegaría la hora de acostarse para ellos también.
A medida que llegaba la hora de acostarse para ambos jardines -la noche se deslizaba lentamente hacia su propio lugar-, ¡la belleza parecía estar en todas partes! La naturaleza abrazaba la paz y la tranquilidad mientras todas las criaturas se adentraban pacíficamente en el país de los sueños, acunadas por melodías tranquilizadoras procedentes de tierras lejanas, llenas de estrellas que titilaban sobre ellas como diminutos diamantes esparcidos en una oscuridad aterciopelada…

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